La belleza es un patio de naranjos
El Gala Festival celebra su cuarta edición en el claustro de Corpus Christi, sede de la Fundación Gala
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En la arquitectura colonial, el patio es el único lugar de la casa desde el cual se puede mirar el cielo. El que ahora nos incumbe no pertenece al Caribe, ni siquiera es un patio de mi infancia. No lo conozco, jamás he estado aquí. Y sin embargo, me guarece.
En el claustro del Corpus Christi, sede de la Fundación Antonio Gala en Córdoba, una fuente callada y un naranjo cargado invitan a la contemplación. El patio, ya lo decía don Antonio, es el ágora, el sitio de reunión de distintas personas y, por supuesto, entre las partes de uno mismo. El patio es una bisagra.
Arriba, un desorden de vencejos se quita la palabra en el cielo recortado por los tejados. Abajo, entre las columnas, el violinista Pablo Martos y el violonchelista Alberto Martos inauguran el Gala Fest, el ciclo de música de Cámara de Córdoba dirigido por Alejandro Muñoz, y que este año llega a su cuarta edición en la sede de la institución consagrada a la memoria del escritor Antonio Gala, así como a la creación joven.
Aquí, ahora, los hermanos Martos interpretan ‘Tiento’, una pieza de Pablo Martos que traduce el quejido del cantaor flamenco a la voz del violín. A la manera de una incrustación, acaso un paréntesis místico, traslada el giro popular al arco de un instrumento de cuerda. Aquí, ahora, oficia esa lenta y misteriosa belleza que concede la música a quienes la escuchan. Dos músicos bastan para que los compases, como los movimientos del corazón, licúen una sangre nueva.
Un patio, escribió Jorge Luis Borges en ‘Fervor de Buenos Aires’, es un «cielo encauzado», «es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa». Grato es vivir en la frescura de un zaguán, escribió el argentino. Grato es, también, respirar bajo la copa de un naranjo y formar parte de ese vapor que convierte una tarde de primavera en una celebración fugaz.
Este concierto durará lo que el desorden de los vencejos. Permanecerán el claustro y sus recitales. Lo bello, aquí y ahora, es ese cielo recortado por un tejado. Es la música que atraviesa el aire y el vuelo de un pájaro. La belleza, hoy, es ese patio de naranjos que cubre la tarde como una campana de sofoco y cristal.
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