Donald Trump, declarado culpable por comprar el silencio de una actriz porno
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«Culpable», la palabra resonó con gravedad en la planta decimoquinta del juzgado de lo penal del sur de Manhattan. El culpable era Donald Trump, multimillonario neoyorquino, expresidente de EE.UU., candidato del partido republicano a la Casa Blanca, favorito -por la mínima- a ganar a Joe Biden en las presidenciales, líder de un movimiento populista que ha transformado la política de la primera potencia mundial y, desde las cinco y cuarto de la tarde de este jueves, convicto por la comisión de crímenes.
Después de dos días de deliberación, cerca de doce horas de discusión, el jurado que tenía en sus manos la suerte del que ha sido el hombre más poderoso del mundo, comunicó que había alcanzado un veredicto. Los doce hombres y mujeres neoyorquinos -tenían que alcanzar una decisión por unanimidad- establecieron que Trump es culpable de los 34 cargos que enfrentaba: falsificación de 34 documentos financieros -cheques, recibos, apuntes contables- relacionados con los pagos a una actriz porno para silenciar, poco antes de las elecciones de 2016, una relación extramatrimonial con el multimillonario neoyorquino. Esos cargos son en primer grado -lo que les convierten en delito- por estar relacionados con la intención de cometer otra conducta criminal, la promoción de un candidato electoral «de manera ilegal». Según la fiscalía, fue una conspiración para evitar que los votantes conocieran información perjudicial sobre Trump con delitos como la contribución electoral ilegal.
Es una acusación compleja, con varias capas de conducta criminal, cuestionable para algunos expertos legales, pero que el jurado resolvió con la culpabilidad de Trump tras doce horas de deliberación. El expresidente escuchó la palabra «culpable» referida a su persona 34 veces, sentado en el banquillo de los acusados, con gesto adusto. Cuando el juez despidió al jurado, después de haberles agradecido su trabajo, Trump, de pie, miró al suelo. En el caso 'El pueblo contra Donald Trump' él, que se percibe como un ganador irremediable, había perdido. Nada más salir de la sala, en una declaración corta, buscó darle la vuelta, en la mejor prueba que este juicio está en el centro de su campaña de regreso a la Casa Blanca. «El veredicto real será el 5 de noviembre, lo hará el pueblo», dijo sobre la fecha de las elecciones.
Trump, más sombrío de lo habitual, repitió las acusaciones habituales contra la «corrupción» del juez que supervisa el caso, Juan Merchan, se mostró desafiante: «Pelearemos por nuestra Constitución, esto no se ha acabado».
El eco de la palabra «culpable» todavía rebotaba en los muros del mamotreto 'art-deco' que acoge los juzgados, y la campaña de Trump ponía en marcha su maquinaria para aprovechar el tirón del veredicto. «Soy un prisionero político», clamaba Trump en un mensaje masivo a sus seguidores para animarles a mandar contribuciones monetarias a su campaña.
Es difícil que Trump se convierta en prisionero de ningún tipo a corto plazo. La vista para su sentencia -una decisión que corresponde al juez Merchan- quedó fijada para el 11 de julio, una fecha con importancia política: será cuatro días antes del comienzo de la convención republicana en Milwaukee (Wisconsin), donde Trump será ungido como nominado y se reafirmará como líder indiscutible del partido. Merchan tendrá que decidir si impone una pena de prisión en un abanico de entre 16 meses y cuatro años, o si, en atención a la edad (77 años) y la ausencia de antecedentes del expresidente, lo deja en arresto domiciliario, libertad condicional o le impone servicios comunitarios. Pero, como Trump anunció, habrá recurso y eso podría retrasar cualquier cumplimiento de penas mucho tiempo, incluso más allá de la fecha de las presidenciales.
Esta de Nueva York es una de las cuatro batallas judiciales que enfrenta Trump. Es la de menor peso legal pero, quizá, la única que podrá llegar a juicio y acabar con un veredicto.
El veredicto es una victoria para Alvin Bragg, el fiscal del distrito de Manhattan, aunque trató de no celebrarla como tal. «Hice mi trabajo», dijo en rueda de prensa. «Nuestra labor es mirar a los hechos sin miedo y sin favor, y eso es lo que hicimos».
La Casa Blanca, que ha buscado mantenerse al margen de las cuitas judiciales del expresidente, mantuvo esa cautela tras conocerse el veredicto. «Respetamos el estado de derecho, no tenemos más comentarios»; dijo un portavoz. La campaña electoral de Biden sí que se refirió a la culpabilidad de Trump: «Nadie está por encima de la ley», reaccionó en un comunicado. «Pero todavía la única manera de mantener a Trump fuera del Despacho Oval está en las urnas».
Esa es la realidad: Trump podrá concurrir a las elecciones como convicto, incluso en la posibilidad lejana de hacerlo desde la cárcel. En ese caso, se producirá una situación extraña: no podrá votarse a sí mismo. Pero lo que importa es si el pueblo de EE.UU. respaldará a un candidato condenado por delitos. Las encuestas -que ahora dan una ventaja mínima a Trump frente a Biden- han mostrado que su impacto puede ser limitado. Pero, con las fuerzas tan ajustadas, cualquier impulso o freno puede ser decisivo para decidir quién será el próximo presidente de EE.UU. «'!Enhorabuena!», gritaba alguien mirando al juzgado. «¡Trump acaba de ganar la elección, a celebrar!».
Asedio judicial
La declaración de culpabilidad es el primer resultado concreto del asedio judicial que sufre Trump, que el año pasado recibió imputaciones en cuatro causas penales diferentes. Dos de ellas -una en Washington, en la jurisdicción federal; otra en Georgia, en la estatal- tienen que ver con sus intentos de dar la vuelta a los resultados de la elección de 2020, la que perdió frente a Biden. Otra más, en Florida, está relacionada con la retención de documentos clasificados que se llevó a su residencia en aquel estado después de haber dejado la Casa Blanca en enero de 2021.
La cuarta es esta de Nueva York y quizá es la única que acabe en juicio, ante los retrasos y obstáculos que el equipo legal de Trump ha conseguido imprimir al resto, con el objetivo de que no se celebren hasta pasadas las elecciones y, con una victoria en las urnas, evitar buena parte de las responsabilidades desde el puesto de presidente. Pero la de Nueva York es también la de menor entidad jurídica y la que tenía un armazón legal más cuestionable.
A Trump se le ha declarado culpable de falsificar los documentos financieros -cheques, recibos, apuntes contables- relacionados con el pago de 130.0000 dólares a Stormy Daniels, una actriz porno que alegaba haber tenido una relación extramatrimonial con él en 2006, una década antes de aquellas elecciones. Esa falsificación -un delito menor- se convierte en delito porque, en la acusación de la fiscalía, se cometió en relación con otro delito: promocionar a un candidato «de manera ilegal». En el relato de la fiscalía, esos pagos a Daniels estaban dentro de una conspiración para ocultar información relevante a los votantes contra el candidato, y en ellas se cometieron delitos como la violación de la ley de financiación electoral.
La pena que deberá cumplir
Ahora está por ver qué pena deberá cumplir Trump. Corresponderá al juez Merchan decidirlo, en una sesión que se celebrará dentro de algunas semanas y en la que tendrá un abanico que podría incluir penas cortas de prisión o, dada su edad y la ausencia de antecedentes penales, libertad condicional.
Incluso aunque Trump no vaya a la cárcel, la declaración de culpabilidad será combustible para la acusación de Trump de que sufre una persecución política, en la que ha basado buena parte de su regreso a la arena electoral. El expresidente se disparó en las encuestas el año pasado tras recibir aquella cascada de imputaciones, lo que le permitió arrasar en las primarias republicanas. Con la nominación en la mano, el juicio no le ha supuesto un quebranto en sus opciones electorales. En este momento se impone por la mínima a Biden en el acumulado de encuestas de 'Real Clear Politics' (47,5% frente a 46,4%) y, lo que es más importante, ha conseguido una distancia considerable en la media docena de estados clave en los que se deciden las elecciones.
Está por ver si la condición de convicto supone un impacto en lo que queda de campaña. Esto podría ser un factor decisivo para los segmentos moderados del partido republicano, que Trump necesita para recuperar la Casa Blanca. Pero, al mismo tiempo, podría movilizar todavía más a sus bases y mejorar sus opciones en electorados desfavorecidos, como la minoría negra e hispana, que cada vez le ven con mejores ojos.
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