Aconseja a su cliente que grabe los insultos homófobos que recibe y logra una condena por delito de odio
«Perra», «maricona» o «qué asco me dais los bujarrones» son algunos de los descalificativos que un joven orensano recibió durante casi dos años cada vez que salía de casa

La abogada santiaguesa Manuela Blanco lo tuvo claro cuando por su puerta entró un joven al que un vecino vejaba a diario por su condición sexual. Vio detrás de estos insultos reiterados un delito de odio, y pidió a su cliente que grabase toda la retahíla que el hombre le dirigía cada vez que salía de casa. El chico lo hizo y sobre su mesa exhibió un amplio catálogo de ofensas, a cada cual más hiriente. «Maricona que eres una perra, baja si tienes huevos, perra, perra, mira cómo sales, hijo de mala madre, Casimiro y su novio maricón, qué asco os tengo bujarrones...« y así, en bucle. La letrada explica que, para que no hubiese sorpresas en el juicio, todas las grabaciones que presentaron como prueba de las vejaciones constantes fueron posteriormente cotejadas por la secretaria judicial con el mismo terminal desde el que se realizaron para que no pudieran impugnar su validez. «Mi recomendación fue grabarlo porque como en la mayor parte de este tipo de delitos el agresor busca que la víctima esté sola» explica a ABC la abogada que consiguió llevar el caso a juicio, con apoyo de la Fiscalía, y salir victoriosa.
La sentencia la recibió hace apenas dos semanas y se convirtió en la segunda de Galicia por un delito de odio. La anterior la logró una pareja de Lugo hace solo unos meses tras demostrar que un hombre los insultó, acosó y amenazó por el simple hecho de ser gays. En este caso la pareja era increpada a través del interfono de su piso y llegaron a recibir pedradas en la ventana, por lo que tras un acuerdo de conformidad el procesado fue condenado a año y medio de prisión. En el caso del cliente de Manuela Blanco, que prefiere mantener su intimidad, la condena ha sido de seis meses, pero incluye una inhabilitación de cinco años para profesión u oficio educativo y una orden de alejamiento de 300 metros a cualquier lugar en el que se encuentre la víctima, sea este su trabajo, su domicilio, o la propia calle. Además, y en concepto de indemnización, el procesado deberá abonar 6.000 euros por los daños morales ocasionados.
Lo novedoso de la sentencia es que son pocos los casos por delitos de odio de este tipo que llegan a ser juzgados, porque lo frecuente es que los increpados tiren la toalla o ni siquiera lo intenten. Pero el consejo letrado es firme: «Desde mi punto de vista es muy importante denunciar. Es intolerable que estas conductas no sean perseguidas y condenadas: hoy se acosa, amenaza y veja a una persona por su orientación sexual, mañana por ser mujer o niño, y pasado por ser viejo» expresa la letrada que logró la condena en la Audiencia provincial de Orense. En su fallo, el tribunal incorpora todos los insultos que el denunciante recibió de forma diaria y casi sistemática, durante todo el 2021 y hasta octubre de 2022 por parte de un vecino que vivía en el portal de al lado. De él, la Audiencia confirmó que «actuando con clara animadversión y desprecio hacia la orientación sexual de la víctima, le gritaba cada vez que lo veía por la calle expresiones del tipo 'maricona que eres una perra, hasta tu padre dice que eres mala persona, yo tengo cojones y tú no'».
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El fallo también incorpora que estos desprecios no cayeron en saco roto, sino que provocaron un daño psicológico medible en el joven que los sufría. «La expresiones verbales que el acusado, de forma reiterada, le dedicaba, el tono elevado y despectivo que empleaba y la exposición pública a la que lo sometió, pues los gritos tenían lugar en la vía pública, causaron en él una grave humillación que menoscabó su dignidad y le generó un trastorno depresivo ansioso« asume la sentencia. La misma que no pasa por alto la importancia de denunciar conductas de esta naturaleza, que se cometen »con aparente gratuidad«.
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