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Tenis

Nadal, entre la realidad y París

El balear cae en segunda ronda en Roma y se inclina a ir a Roland Garros «a darlo todo» a pesar de saber que no llegará tan preparado como desea

Así ha sido la emocionante despedida de Roma a Rafael Nadal

Nadal se despide de la grada del Foro Itálico EFE
Laura Marta

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En 2022, un Rafael Nadal cojo se despedía del Masters 1.000 de Roma en segunda ronda, derrota ante Denis Shapovalov y con una sensación de vulnerabilidad alarmante. Pocos esperaban que, tres semanas más tarde, ese mismo Nadal mordería su decimocuarto trofeo de Roland Garros. Ayer, Nadal volvía a despedirse el Foro Itálico en Roma, derrota ante Hubert Hurkacz (6-1 y 6-3, en una hora y 32 minutos) y con otra sensación de vulnerabilidad. No había en esta ocasión ninguna magulladura aparente en el físico, aunque las lleve por dentro, pero sí un semblante decepcionado y cariacontecido, una lesión en el ánimo porque no había sido el que le hubiera gustado ser al campeón de diez títulos, doce finales y setenta triunfos en esa pista que quedó sin decirle adiós. Al menos, en esta edición.

«Hay muchas más posibilidades de que el partido de hoy [por ayer] aquí sea el último. Pero no soy de los que toman decisiones en momentos calientes, en momentos difíciles. ¿La ceremonia en la pista? Nunca dije que sería mi último torneo aquí. Lo dije en Madrid porque era así. Aquí no estoy cien por cien seguro. Probablemente el 98 % sí, pero no diré cien por cien si no es un cien por cien, así que...», deslizaba después el balear, sin querer desdecirse por si todo vuelve a ser como antes.

Porque quiere estar ahí, repite en los últimos meses, para cuando el físico le llegue para darle lo que él tiene dentro: tenis, ganas, ilusión y ambición por alguna otra proeza de las suyas. Después de alzar el vuelo en Barcelona y afianzarse en Madrid, quería dar un paso más en Roma, sentirse más libre a la hora de golpear y menos pendiente de su cuerpo. Pero no ha encontrado en el Foro Itálico ese empujón. En su condición está el levantarse una vez más, intentarlo otra vez: ya sea un golpe de derecha cuando la pelota parece que desaparece o un partido con el que salga satisfecho del esfuerzo invertido en los últimos meses. Estuvo, bravo y orgulloso para superar una primera ronda con truco ante Zizou Bergs que le exigió casi tres horas. Ante Hurkacz, no obstante, no hubo demasiada opción de activar ni el gen competitivo ni el buen tenis que sigue teniendo en la muñeca.

Solo en el inicio, con esas cinco opciones de rotura que tuvo en un juego que se alargó casi veinte minutos. Después, el polaco fue superior, atacó desde su 196 centímetros con un saque que fue como una daga en la paciencia del balear. Con cada catapulta, un gesto de frustración. Así era imposible. Pero cuando el balear encontraba el tino para devolver esos meteoritos a más de 220 kilómetros por hora, tampoco halló firmeza en sus golpes, veinte errores no forzados –por diez de su rival– que se iban acumulando en su frustración. Manos en las caderas, brazos abiertos pidiendo explicaciones, conversaciones con su palco, ceja muy levantada. No fue el día. «Es un día duro para mí en todos los sentidos, porque me sentía mejor preparado de lo que he mostrado. Soy más impredecible porque no he jugado lo suficiente en los últimos dos años. Hay demasiados altibajos y dudas», admitía después de esa derrota con la que los aficionados italianos, como los catalanes y a los madrileños días atrás, van sintiendo esa orfandad que dejará su despedida del tenis definitiva.

No la sabe ni él, que vuelve a ir al día. Y ayer era el de acudir al rincón de pensar y reconducir los pensamientos, esos que chocan de nuevo en una batalla constante entre la ilusión y la realidad, con Roland Garros en apenas dos semanas (26 de mayo-9 de junio). «Hay dos maneras de abordar la situación. O decir 'vale, no estoy preparado, no estoy jugando lo suficientemente bien', y entonces decidir no jugar Roland Garros. O aceptar cómo estoy hoy y trabajar de la manera correcta para intentar ser diferente en dos semanas. La decisión, como puedes imaginar, no la tengo clara ahora mismo», comentó tras caer ante el polaco, 9 del mundo, primera raqueta del top ten a la que se enfrenta en este curso.

Se aferra al corazón antes que a la cabeza; esa que le dice que solo ha jugado once partidos en este 2024 (siete victorias y cuatro derrotas), más los cuatro en 2023 (un triunfo). En el lado del corazón, catorce títulos en la Philippe Chatrier y todo lo que hay detrás. «Si tengo que decir lo que siento, digo que estoy más cerca de ir a Roland Garros a darlo todo. Físicamente todavía tengo algunos problemas, pero probablemente no los suficientes como para decidir no jugar en el evento más importante de mi carrera. A ver cómo van las cosas, cómo me siento mentalmente mañana, pasado mañana y dentro de una semana. Si me siento preparado, intentaré estar ahí y luchar como lo he hecho en los últimos 15 años. Aunque ahora parezca imposible».

Pero Nadal se ha construido así, con imposibles que él ha convertido en mordiscos y tardes de fiesta. «Nadal es mucho más grande que este de porte», resumía su rival en la tarde de ayer. Nadal, ese que en 2022 también salió de Roma en segunda ronda, cojo, y acabó mordiendo la Copa de los Mosqueteros.

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