Juicio en Galicia: ¿Suicidio por amor o asesinato?
Una sexagenaria se sienta en el banquillo acusada de matar a su marido con demencia. Le piden 26 años, pero ella defiende que se querían y que planearon morir juntos

Un tribunal ciudadano tiene en sus manos decidir si la muerte de un septuagenario ocurrida en julio de 2021 fue un crimen o un acto de amor extremo. Sobre la mesa, dos versiones contrarias, incompatibles. Por una parte, la del fiscal que mantiene que la acusada, de 65 años, asesinó a su marido intoxicándolo con un cóctel mortal de medicamentos y que pide para ella 26 años de cárcel. Por la otra, la defensa, que insiste en que el hombre murió como consecuencia de un pacto al que los dos habían llegado, derivado de la demencia que él padecía: quitarse la vida juntos para dejar de sufrir. Y en medio de estos dos relatos antagónicos, los nueve integrantes del jurado popular que deben decidir lo que ocurrió aquella mañana de verano en la vivienda familiar de este matrimonio de Monfero (La Coruña).
Los hijos de la pareja, que declararon en la vista que esta semana se celebró en la Audiencia provincial, están convencidos de la teoría del suicidio pactado, y reconocen que su padre había verbalizado en alguna ocasión que ante una situación de dependencia extrema «preferiría morirse». En sus cabezas tiene sentido la teoría de la muerte acordada porque, sostuvieron ante el tribunal, su padre «era consciente de sus decisiones». Aunque también apuntaron que el fallecido no era una persona dependiente y que ayudaba en las tareas de la casa, explicaron que sufría «microinfartos» que le afectaban al habla. A ellos dirigió la acusada una carta que los primeros sanitarios en llegar a la vivienda encontraron sobre una mesilla de noche, en la que les pedía perdón por lo sucedido. «Queridos hijos, perdonadme, pero no soportaba ver el deterioro de vuestro padre. Mamá». Junto a ella estaba su padre, ya fallecido, y su madre, que había ingerido los mismos fármacos, pero que logró salvar la vida.
Durante su declaración, la acusada mantuvo que lo ocurrido «fue de mutuo acuerdo». «Tenía mucha angustia, estaba desesperado por no poder hablar, y yo decidí irme con él como le había prometido. Le dije: «Igual vamos para un mundo mejor». Y las palabras de él fueron: «Aquí se acaba todo»», relató asegurando que su marido, en el momento de los hechos, era «completamente autónomo». Incluso, reconoció descargándose la culpa, «fue él» quien se tomó los medicamentos. Sobre el día de los hechos, la narración de esta mujer ante el tribunal se aleja mucho de un escenario criminal. Dijo que juntaron los fármacos y los repartieron «a partes iguales». «Él cogió los medicamentos y se los tomó. Yo tardé en tomar la medicación porque fui a buscar la foto de familia de cuando éramos felices, escribí esa nota y busqué los papeles de los seguros para que ellos [sus hijos] supieran de decesos, y dejé algo de dinero también y llaves de las casas», detalló. Después, ingirió las pastillas y se tumbó abrazada a él en la cama. Cuando los servicios de emergencia llegaron el hombre ya estaba muerto –los forenses determinaron que su debilidad ayudó a potenciar el efecto de los medicamentos–. Ella aún respiraba.
Acerca el estado psicológico de la acusada, los testigos llamados a declarar coincidieron en el duelo exhibido por la pérdida de su marido y en que era una «cuidadora sobrepasada», por atender a una madre encamada y a un marido «con síntomas incipientes de demencia». «Se encontraba bastante sola con todo esto», coincidieron su médico de cabecera y una de la psiquiatras que la atendió en el hospital después de su intento de suicidio durante la vista, que remató ayer con el alegato final de la procesada. Desde el banquillo, la mujer se dirigió a los jurados y verbalizó su defensa. «Fuimos los dos los que quisimos irnos, pero nos adorábamos en todos los sentidos, era un hombre bueno y trabajador, por qué tenía que matarlo, eso es un imposible», les explicó. Sobre las palabras de una enfermera que manifestó que ella misma le confesó que había matado a su marido, la mujer se mostró firme y la desdijo. «No pude decirle a la enfermera que yo maté a mi marido porque me enteré de que había muerto al día siguiente», aclaró.
La Fiscalía, pese a todo, sostiene la atenuante de arrebato u obcecación y la agravante de parentesco al solicitar para la procesada 26 años entre rejas. A su juicio, la mujer tomó la decisión de acabar con la vida de su marido «de forma unilateral». La defensa, convencida del gesto de amor, pide la libre absolución de la acusada. «Más que un crimen –razonó su abogado–, es un drama». Con la prueba ya practicada y los escritos de acusación formulados, queda que los jurados empiecen a deliberar la próxima semana en base a lo visto y oído para votar y emitir su veredicto. ¿Gesto de amor extremo, o asesinato?
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