la DEFENSORA DEL LECTOR
Rigor editorial
No hay nada reprochable en la utilización de una fuente solvente y de reconocido prestigio aunque los datos que ofrezcan difieran de la versión oficial
De intereses y datos
Ambigüedades y certezas

En mi último artículo me refería a la necesidad de apoyar todo esfuerzo dirigido a mantener el rigor cuando las informaciones incluyen datos, cuya presencia es cada vez más habitual en la práctica totalidad de las secciones. En esta línea, el lector Jesús del Amo, a quien este asunto preocupa especialmente, me escribe en relación con el editorial publicado el 5 de abril, en el que, indica, «se asegura que la presión fiscal de España en 2022 había superado el 42% y que eso hacía que ya estuviera por encima de la media de la Unión Europea, diciendo que eso es lo que dicen las estadísticas europeas. Ambas informaciones son falsas y es fácilmente comprobable si se accede a las estadísticas oficiales de Eurostat. Según datos publicados en noviembre pasado y correspondientes a 2022, la presión fiscal en España fue ese año del 38,3% y la media de la Unión Europea del 41,2% (la de la zona euro del 41,9%)». Y concluye señalando que «aunque sea un editorial no se puede basar en informaciones falsas».
Durante estos días he pedido al equipo de Opinión del periódico que me ayudara a aclarar este punto que me parece especialmente crítico. Diego Garrocho, jefe de Opinión de ABC, asegura sin ambages que «en ABC intentamos cuidar especialmente el contenido de nuestros editoriales. Por este motivo, son muchos los controles de supervisión que tenemos y cada vez que el texto requiere una especial capacitación técnica (como es el caso de los editoriales económicos), recurrimos a expertos de la Redacción. Asimismo, cuando el editorial depende de una información del día, el redactor de la pieza sobre la que descansa la posición del periódico supervisa el contenido para asegurar que nuestra opinión se asienta sobre una información veraz. A todo ello se suma la revisión final de la dirección y mi permanente seguimiento».
En el caso en cuestión, Garrocho apunta que «los datos corresponden al Instituto de Estudios Económicos y así se menciona, de forma inequívocamente explícita, en el editorial. La metodología para medir la presión fiscal varía según las fuentes y en el caso del IEE (organismo de incuestionable prestigio vinculado a CEOE) la estimación incorpora algunas figuras que suponen cargas fiscales para los administrados, pero que no se tienen en cuenta en la metodología de Eurostat, por no considerarse técnicamente como impuestos, como los nuevos gravámenes a la banca, energéticas o grandes fortunas».
La diversidad de fuentes es una realidad con la que se lidia en el trabajo periodístico y que en ocasiones genera alguna disputa. Sobre este punto, el jefe de Opinión de ABC afirma que asume «que puede existir un debate metodológico al respecto, pero en ningún caso pueden considerarse «falsos» unos datos que se consignaron con la exactitud debida mencionando de forma clara la fuente».
Pienso que no hay nada reprochable en la utilización de una fuente solvente y de reconocido prestigio aunque los datos que ofrezca difieran de la versión oficial. Aunque no dudo que se haya valorado, quizá apuntar a la existencia de estas diferencias podría ser aconsejable en casos como este, donde el uso de los datos tiene una lectura también en términos políticos. A los lectores, no siempre conocedores de las diferencias metodológicas para medir la realidad, les podría ser útil entender por qué el IEE es, en este caso, una fuente más pertinente que Eurostat que en otras ocasiones el propio periódico utiliza para referirse al mismo asunto. Esto ayudaría a entender la diversidad de perspectivas como algo enriquecedor.
Garrocho agradece «el celo de nuestros lectores que siempre sirve de estímulo para seguir esforzándonos a la hora de exponer la información con máximo rigor, que hago extensivo a la sección de Opinión que coordino». Me sumo a la gratitud al señor del Amo por sus aportaciones, siempre precisas y pertinentes. Aunque no se trate de un género estrictamente informativo, un editorial no puede ser otra cosa que extremadamente riguroso, ya que representa la voz del periódico. Me alegra comprobar que existen no solo la voluntad, sino también los mecanismos para asegurar que así sea, y espero que mensajes como este sirvan para elevar la exigencia y también para entender que el lector tiene una visión de conjunto del periódico del que espera siempre su mejor versión.
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