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Jöel Dicker: «Es tentador ceder ante el miedo; ceder es la fragilidad»

El escritor suizo publica 'Un animal salvaje', un thriller que cuestiona quiénes somos realmente repleto de secretismos y retrospecciones

El caso Joël Dicker, once años después

El escritor suizo Jöel Dicker Belen diaz
William González Guevara

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«En cada libro intento superarme para que sea mejor que el anterior. Intento crear una obra ambiciosa y conseguida», confiesa Jöel Dicker (Ginebra, 1985) tras su paso por España. El motivo es la publicación de su última novela 'Un animal salvaje' (Alfaguara). El escritor regresa con sus millones de lectores cogidos de la mano conseguidos por obras como 'La verdad sobre el caso Harry Quebert' o 'El enigma de la habitación 622'. Esta vez el robo de una joyería es el detonante. Sin embargo, opta por zarandear al lector jugando con tres inicios. Aparte del atraco, adquieren importancia otros escenarios con sus protagonistas (Sophie Braun) y un policía reputado que espía dando lugar a un conglomerado intrigante.

El propio Dicker explica que lo que ha intentado con estos inicios es «construir rápidamente, situar y colocar los datos al lector como si fueran un juego de cartas. Ellos tienen que responder a ciertas normas y ser rápidos». Sin duda, ese juego emprendido en la novela ya desde el inicio es lo que incita al lector a convertirse en detective y preguntarse los porqués, hacerse la eterna pregunta: ¿ahora qué pasará? Esa incógnita solo la saben los propios personajes cuyo trasfondo humano va proliferando lo largo del desarrollo.

Si bien es un libro que podría girar en torno a la aceptación y el hecho de saber quiénes somos, el autor puntualiza que «somos la construcción de nuestras ganas, pulsiones, impulsos, sueños y lamentos. Tenemos miedo a decir: "Esto es el que soy realmente" porque pasamos parte de nuestra vida construyendo una imagen frente a la expectativa que la gente tiene de nosotros». Por otra parte, otro de los elementos principales de 'Un animal salvaje' es el espacio donde se sitúa la obra. Aquí opta por Ginebra, que ya había aparecido como decorado en 'El enigma de la habitación 622', pero esta vez «quiso enfrentar un nuevo reto» convirtiendo su ciudad en «un personaje más con sus complejidades, lados oscuros y alegres» desvinculándola de su áurea de ciudad gigantesca, pues «se trata de una ciudad pequeña».

El robo tira del hilo argumental de este nuevo thriller de Dicker. Sin embargo, sin protagonistas no existe tal hazaña. Es importante esa pulsión de escucha de sus composiciones, el miedo constante que transmiten al lector. «Mis personajes tienen miedo de ser ellos mismos. El miedo es el enemigo del instinto, pero es un sentimiento que se parece al instinto aunque mucho más débil. Es tentador ceder ante el miedo, ceder al miedo es la fragilidad», explica admitiendo que él escribe lo que la imaginación le va dictando.

Escribir sin plan

El fin de esta novela para Dicker no está en la trama en sí, sino en los movimientos que van haciendo los personajes, pues «cuanto más complejos son, más se les comprende». Esto abre un espacio de lectura directo entre el lector y los individuos que van apareciendo. No obstante, estamos ante una novela no lineal.

—De vez en cuando, la acción se interrumpe.

—Creo que es porque quizás yo no tengo un plan. Mientras voy avanzando en la historia, voy destapando cuestiones: ¿aquí qué pasa?, ¿por qué está aquí?, ¿qué pasó antes para esto? Cuando se plantean cosas, tienes que responderlas. Tenemos un pasado y si quieres conocer a alguien por primera vez, vas mirando en base a la nada, tratas de aportar algunos elementos. El libro, en efecto, es exactamente eso: busco sorprender.

—Y continúa su línea: suspense e intriga.

—Efectivamente, he de decir que no visualizo la finalidad del proyecto. Lo único que hago es contar una historia de la que no sé nada. Tengo que encontrar los elementos de la historia y eso toma un tiempo: encontrar a los personajes y poco a poco los voy poniendo juntos, pero sé que hay algo. Esas ganas de saber, ese suspense. Eso viene de ser consciente de que yo no sé lo que va a pasar o lo que pasa y tengo ganas de saberlo. Por ello, dedico mi tiempo y esas ganas de saber vienen asociadas a un placer. El suspense que puede haber en mis libros viene de allí.

El escritor concluye afirmando que 'Un animal salvaje' debe leerse al ritmo del lector y su libertad. Dejar que este cree su tempo. Cuenta que su trabajo consiste en «hacer volver al lector y que siga estando en contacto con el libro aunque no lo esté leyendo». Su reto es la literatura como forma de atracción y además recalca que «la lectura transmite humanidad en un mundo donde nos cuesta escucharnos entre nosotros».

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