Esther Acebo: «Los actores vivimos a menudo presos de la preocupación por las apariencias»
La actriz, popular por su trabajo en 'La casa de papel', vuelve al teatro con la obra de Neil LaBute 'Una cuestión de formas', que se acaba de estrenar en el Teatro Infanta Isabel de Madrid
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Neil LaBute (Detroit, EEUU, 1963) es uno de los autores más incisivos y afilados del teatro estadounidense de este siglo. Su obra más representada es 'The shape of things', estrenada en 2001 y llevada al cine dos años después. En España se tradujo en sucesivas puestas en escena como 'Por amor al arte', 'La forma de las cosas' o 'Una cuestión de formas', título de la producción que presenta ahora Calibán Teatro en el Infanta Isabel. Adaptada por Elda García-Posada y dirigida por Andrés Rus, el reparto lo componen Esther Acebo, Bernabé Fernández, Lluvia Rojo y Chema Coloma.
Esther Acebo vuelve al teatro, el medio en el que ha desarrollado la mayor parte de su carrera, después de participar en ese tsunami audiovisual que ha sido 'La casa de papel', donde interpretaba a Estocolmo. En 'Una cuestión de formas' encarna a Evelyn, una joven artista que, cuando está dispuesta a atacar con un spray de pintura la escultura de un museo, conoce a un chico, del que se enamora. La obra, una comedia negra, es una feroz crítica a la dictadura de la imagen y habla también de los límites del arte y de lo que seríamos capaces de hacer por amor.
Los actores conocen perfectamente, porque la padecen, la esclavitud a que les somete la imagen; hoy en día, en muchas audiciones, cuenta más el número de seguidores que el talento. «Lamentablemente, el texto sigue estando tan actual aunque tenga 20 años -dice Esther Acebo-. Es cierto que, como actores, nuestro instrumento es lo que se ve, y obviamente ya vivimos un poco más presos de esa preocupación por las apariencias que otras personas con otro tipo de actividad laboral. Pero es que además hoy en día, con las redes sociales, parece que esa parte de nuestro trabajo, tremendamente superficial, cobra una importancia gigante».
-Neil Labute es a menudo como un boxeador que golpea a los espectadores para despertar sus conciencias. ¿Adónde cree que quiere llevar al público en esta obra?
-Hay una infinidad de pequeños y grandes mensajes, todos brillantes. 'Una cuestión de formas' habla también de los límites del arte; hasta dónde estás dispuesto a llegar, hasta dónde estás dispuesto a transgredir a través del arte... El texto hace que te replantees muchas cosas... Habla igualmente de hasta dónde estarías dispuesto a llegar por amor y de como poner tanta energía en lo externo puede llegar incluso a modificar lo interno... que se supone que es lo que de verdad importa.
-Los actores son, de algún modo, los primeros espectadores de las obras que interpretan, que siempre les modifican. ¿En qué ha cambiado, si es que es consciente de ello, desde el primer día de ensayos hasta ahora, con el estreno en puertas?
-Hemos ensayado la obra de manera que he ido conociendo paulatinamente a Evelyn, mi personaje. A ella la utiliza el autor como ese guante de boxeo del que hablaba o como espejo que pone delante de los espectadores. Yo defenderé absolutamente a Evelyn, hasta el infinito y más allá, pero cuando empecé a trabajar el final de la obra se me cayeron muchas fichas sobre el personaje, y entendí cosas del principio que no había entendido; por qué ella tiene según qué salidas, por qué ella hace según qué cosas. El final recoge perfectamente su esencia y, al entender el final, me ha resultado más fácil jugar con el principio. Es un personaje muy alejado de lo que suele ser mi vida o mi día a día, y el proceso de ensayos me ha supuesto muchas incomodidades. Pero al final, todo se ha ido acomodando, porque creo que he entendido a Evelyn.
-¿Al principio la juzgabas?
-Bueno, hice bastante trabajo conmigo misma, e incluso con mis compañeros. Le decía a Andrés, el director: no podemos defenderla desde ahí. Yo sé que si de repente me tocara interpretar a Hitler tendría que intentar encontrar el por qué a esta persona le da un vuelco su cerebro para pensar que lo que está haciendo está bien. Desde el principio tenía muy muy claro que no podía juzgara Evelyn porque tiene cosas que son para mí moralmente muy cuestionables. Si la juzgo, el juego no es tan divertido y no puedo defenderla.
-¿Y en qué le incomodaba ella?
-En que es tremendamente transgresora, incomodadora ella en sí misma. No tiene problema en saltarse los límites, tanto en sus ideas como en sus formas. Yo, personalmente, soy una persona bastante políticamente correcta, y había cosas que me resultaban como muy incómodas; y yo decía: pero ¿cómo voy a hacer esto? Pero según iban pasando los ensayos y la iba conociendo mejor, me decía: ¿y por qué no? Supongo que es porque el personaje, su esencia, su alma, se va apoderando un poco de ti.
-Ha dicho que la obra habla también de lo que somos capaces de hacer por amor. En una obra de teatro no puede faltar una buena historia de amor, por rara o diferente que sea...
-Seguro que hay obras de teatro que no tengan historias de amor y que funcionen, pero es verdad que es algo que nos iguala a todos; que nos interesa y nos engancha a todos. Lo bonito, yo creo, de esta historia de amor es que según va avanzando la obra va tocando diferentes teclas. Puede parecer al principio una comedia ligera, casi adolescente; tiene algo chispeante, es ligera, divertida, pero poco a poco va descubriendo capas para poner delante del espectador lo que el autor quiere que nos planteemos.
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