La Estrella conmemora el 350 aniversario de la fusión de las dos hermandades en Santa Ana

La calle San Jacinto, a lo largo de toda la mañana y gran parte de la tarde, estaba invadida por aficionados del Athletic de Bilbao. Banderas, bufandas y cánticos de otra época sonaban en Triana. Parecía no haber ambiente de salida de una hermandad que tuvo que padecer la modificación del recorrido de ida hasta en tres ocasiones por la aglomeración en los aledaños de su sede canónica.

A las seis y media en punto de la tarde comenzaba el traslado, las puertas del templo eran abiertas y la cruz de guía salía para partir a la Catedral de Triana. Una salida rápida, sin detenerse, con tal de buscar más el recogimiento y evitar el bullicio de unos cánticos que dejaron de existir cuando los sevillanos mandaron a callar al público de Bilbao.

La comitiva recorrió Pagés del Corro hasta Luca de Tuna, por la calle por la que el Cecop le indicó que transitará a última hora a la hermandad de la Estrella. También hubo aficionados del Bilbao que en silencio disfrutaban de un traslado extraordinario que llevaría a los titulares de la Estrella nuevamente a Santa Ana, parroquia donde la corporación celebraba sus cultos antes que en San Jacinto.

Pagés del Corro, además, para más contrastes, contó anuncios del Iconica Fest, balconeras con letras de sevillanas, era todo un compendio que estuvo unido en Triana durante la tarde del sábado. Así lo quiso el destino.

La Estrella estaba radiante, luciendo el manto blanco cedido por la Trinidad, la Esperanza blanca como era conocida. La modificación al final del itinerario provocó emoción en una vecina de Triana, una mujer mayor que en su mano llevaba una estampa de la Virgen. Apoyada en su reja tenía la mirada fija puesta en la dolorosa, no cesó de pedirle. Un ejemplo, entre otras cuestiones del porqué salen las imágenes a la calle.

Delante de cada titular de la Estrella iba un cuerpo de acólitos de la vieja guardia, como suele decirse en el argot del fútbol. La hermandad quiso que antiguas generaciones volvieran a lucir dalmáticas, pero eso no queda ahí, ya que algunos de los hijos de los acólitos salieron junto a sus padres de monaguillos.

El reloj marcaba las ocho de la tarde y el Señor de las Penas iba a entrar en Santa Ana. Los sevillanos volvieron a callar a los aficionados del Athletic de Bilbao ante sus cánticos en la plazuela, cuestión que algunos no entendían por falta de formación y de respeto.

A la entrada en Santa Ana se encontraba el besamanos de la Pastora de Triana. El Señor de las Penas y la Virgen de la Estrella, al entrar, fueron giradas a esta imagen de gloria, lo que dejó otro momento para la posteridad en ambas hermandades y para la Catedral de Triana.

Instantes después daba inicio la función ante una estampa compuesta por el Señor y la Virgen a un lado, con Santa Ana en el camarín y la talla de San Francisco de Paula en una eucaristía presidida por Manuel Soria Campos.

Justo al término de un culto abarrotado comenzaba una vuelta más rápida, por un camino más corto al haber menos público en las calles de Triana por la celebración de la Copa del Rey. La siguiente vez que la Estrella salga será para celebrar las bodas de plata de su coronación, talla que partirá a la Catedral desde San Jacinto en su paso, algo que no ocurre desde hace más de cuatro décadas. Ahora es momento del descanso en una hermandad donde los priostes y su equipo han trabajado muy duro desde el inicio del año por y para sus titulares, el Señor de las Penas y la Virgen de la Estrella.