Toros
Alejandro Talavante: «Este año verán a un torero más puro, sé que puede pasar algo muy importante»
El extremeño, que torea el viernes la primera de sus tres corridas en la Maestranza, encabeza la Feria de San Isidro con cuatro tardes
El sábado debuta como organizador de un encierro y un festival en Puebla de Sancho Pérez, junto a Zafra, donde torean Paco Ojeda y Morante de la Puebla
Alejandro Talavante se inspira en la tempestad de Olivenza

Parece enero en los pagos del Monte San Miguel, donde el verde se abraza a las ramas de sus encinas, alcornoques, pinsapos, chopos o castaños. La dehesa más torera del panorama español se oculta bajo la frondosidad del bosque. El toro bravo es el rey de su espesura. Los índices, y la apariencia, confirman a Aracena en el triunvirato de la pluviometría andaluza que cierran Cazorla y Grazalema. Los pantanos desembalsan agua como derrochan bravura los toros de El Parralejo, el sueño ganadero de Pepe Moya que ahora sublima su familia. También mecenas y conservadores del incalculable patrimonio arquitectónico que bajo el hierro de Aníbal González se cobija en la finca. Alejandro Talavante, que sólo la ha pisado en manos de la familia Moya Yoldi –durante décadas perteneció a Manolo González y sus herederos–, se fascina por el empedrado patio del cortijo. Como con los edificios, la capilla, los salones o los jardines, uno de estilo inglés y otro mudéjar, que hacen creer al visitante que pasea por el Parque de María Luisa de Sevilla.
Como torero es optimista y como ganadero está exultante. Su mejor versión se destapó en Olivenza. Según él, «más roto». Como sus novillos, que tienen «personalidad» y que encumbraron, y pudieron encumbrar, a Zulueta y Nek Romero. Nada de eso le relaja. Asegura haber afrontado el invierno convencido de que algo «para la historia» puede pasar este año. Este viernes tiene en Sevilla la primera de las tres corridas contratadas –dos en abril y otra en San Miguel–. Cuatro tardes irá a Madrid. Aunque antes, el próximo sábado, debuta como 'empresario' de los encierros/festival de Puebla de Sancho Pérez, el pueblecito de su madre. En las inmediaciones de Zafra, a una hora de Sevilla.
–¿Sigue siendo usted el mismo Talavante de los primeros años?
–Conservo la facilidad para entenderme con los toros. Eso sigue ahí. Me pongo rápidamente a su compás. Es una virtud que he tenido desde niño.
–Usted decía algo así como que le miraba a los ojos y que se hablaban.
–Eso es verdad. No sé por qué pero siempre les miro a los ojos en lugar de mirar las puntas de los pitones. Tengo anécdotas muy curiosas, como con algunos toreros muy importantes que venían a hablarme sobre los toros y me decían que estaban muy astifinos. Y yo, con toda mi ignorancia, les respondía '¿sí?'. Para torear bien no se debe mirar hacia el peligro, sino a la mirada del toro, que es la que más te puede estimular.
–¿Y eso quién se lo descubre?
–Es innato. Después, los diferentes maestros que he tenido me han ayudado a confrontar algunos de los aspectos más difíciles, como el valor y la suavidad, de los que uno se aparta con facilidad.
–Precisamente hoy [día de la entrevista] se le ha visto que sigue confiando en la mano izquierda para someter de inicio a los animales. Ahí todo es más natural, claro, pero hay que tener valor para hacerlo cuando los toros están más violentos y sin definir.
–La mejor expresión del toreo llega siempre cuando se hace con los vuelos de la muleta y para eso se necesita la mano izquierda. Hay una libertad total. Con esa mano siempre me he sentido muy poderoso y, a la vez, expresivo. Porque de nada sirve poder a los animales si no hay una expresión artística.

–Antes me ha hablado de la «exquisitez».
–Porque controlo cosas que antes no podía. Ahora, si me ven torear por arriba es porque yo quiero, no porque me salga por defecto. Es un gesto que puedo hacer en una situación determinada para buscar una mejor colocación de cara al siguiente muletazo. Siempre estoy persiguiendo la perfección. He pegado ya tantos naturales en mi vida que ya no me seduce pegarlos malos.
–De cualquier gran artista se habla de etapas. Hay un Picasso en la etapa azul y otro en el cubismo o surrealismo. ¿Y usted, tiene etapas?
–Las etapas no se pueden definir hasta que no han pasado. El torero siempre quiere decir que está en su mejor momento, pero los momentos no es que sean mejores o peores, son diferentes. Sí me atrevo a decir que los toreros van a ver en mí esta temporada a un torero mucho más puro. El día que un toro me embista en una plaza buena por el lado izquierdo, sé que va a pasar algo muy importante. Puede ser muy bonito.
–Me alegra verle tan convencido, sabiendo que tiene por delante cuatro tardes en Madrid y tres en Sevilla.
–Es una presión grandísima. Nuestras temporadas dependen de los triunfos en ese tipo de plazas. Un éxito durante el arranque hace que la gente se anime y vaya a verte más alegre durante el resto de la temporada. Al toreo también le viene bien que suceda algo así. Ojalá sea en Sevilla y Madrid.
–La temporada pasada le vi más preocupado de lo habitual por el triunfo.
–Era consciente de que necesitaba el triunfo para convencer al público. Aunque no busco el triunfo como único objetivo ni sigo un patrón marcado para triunfar, sé que la gente espera que lo haga con la facilidad que he tenido otras veces. El año pasado me tocó convencer a la gente y también tenía que convencerme a mí mismo. Creo que en este arranque, con dos o tres momentos que he tenido, la afición ha recuperado la ilusión. Además, mi seguridad en la espada, que me hace rematar las cosas bien, incrementa la ilusión.

–En Olivenza, más que el triunfo numérico y rotundo, hubo una especie de punto de inflexión. Lo noté más suelto y fresco, quizá renovado.
–Diría que más roto. Ahora estoy lanzado. Puede ser que también más suelto, como dices. Soy una persona tímida, pero tengo la suficiente transmisión como para conectar rápidamente en la plaza.
–Este año ya no está El Juli. Roca Rey lleva el peso de la fiesta y Morante, con su arranque, no termina de despejar las dudas que le rodean. ¿Le obliga eso a dar un paso más al frente?
–Eso me motiva a dar mucho más de mí. Me he preparado a propósito, que no diré que no me haya costado, porque no ha sido fácil, pero sé que en cualquier momento ocurrirá algo para el recuerdo. Lógicamente, una figura necesita cuajar toros de manera continuada para mantener su estatus, pero sé que puedo cuajar una faena que marque algo diferente en el toreo.
–Esos sucesos o instantes especiales trascienden de lo efímero.
–Tengo mucha fe. Tiene que llegar tarde o temprano porque lo espero con muchas ganas y también con serenidad.
–El triunfo le está llegando también como ganadero. En Olivenza, por lo menos, hubo dos novillos muy buenos; el de Valencia fue de revolución.
–Sí, ese novillo de Valencia me ha puesto en boca de todos. Soy perfeccionista como torero, pero también como ganadero. Fue una inversión muy grande, pero como comencé tan pronto, más como hobby que otra cosa, me he permitido no acelerar el proceso. No he lidiado hasta no estar convencido de que la ganadería se podía lidiar. Ahora es el momento.

–Dicen que los animales se parecen a sus dueños. Estos novillos de los que hablamos, como el propietario, se caracterizaron por el talento.
–La ganadería tiene personalidad en su embestida. Tengo muchas líneas, y me apoyo en líneas que ya conozco de Cuvillo, pero voy buscando el toro que me ha hecho soñar. Como las cuatro o cinco embestidas de Esparraguero en Zaragoza. Ésas son las que trato de sacar en mi ganadería. Sé que puedo, porque tengo la sangre. Por muy difícil que eso sea, tengo una fe enorme.
–¿Dará el salto a las corridas de toros?
–Demanda tenemos, y eso me agobia un poco. No esperaba tener tantos amigos. No tengo vacas suficientes para atender el momento que atraviesa la ganadería. Eso es lo que siempre he soñado. Sé que en alguna puedo fallar, pero estoy preparado como para corregir cualquier pequeño error.
–Después de aquella primera compra a Cuvillo, ¿ha habido algún refresco?
–Después eché un toro de Garcigrande que me ligó muy bien. La ganadería está en una referencia que no quiero perder. Quiero seguir en esa línea, un tipo de toro muy distinto, aportando lo que yo considere.
–En pocos meses se convirtió en figura del toreo y como ganadero empieza a saborear las mieles del éxito. ¿Qué espera de esta nueva faceta como organizador de los encierros y el festival?
–Es lo que menos me atrae de esas tres torres que componen el mundo taurino, pero tenía ese compromiso con el pueblo de mi madre porque siempre sentí su apoyo. La comarca de Barros tiene un peso importante en la afición de toda Extremadura. Creo que el cartel, tan original y especial, está a la altura de su gente. Zafra siempre ha sido un aliciente en el final de temporada. Hay que hacer que esa zona siga viva.
–Hay quienes recuerdan que hace un cuarto de siglo, cuando usted tenía once años, terminó abrazado con su abuelo en los medios de esa placita tras estoquear su primer becerro.
–Iba vestido de corto y toreé un novillo de Cayetano Muñoz. Lo sentía como si estuviera en una corrida profesional. Es uno de los días que con más fuerza recuerdo de mi carrera. Sobre el abrazo que dices, creo que fue la primera vez que mi abuelo verdaderamente confió en que podía ser torero. Aquello tuvo un gran impacto en mí porque él fue quien me descubrió el mundo de los toros.
–No deja de ser paradójico que el toreo, que florece en las capitales, jamás olvide sus raíces comarcales y rurales.
–La raíz es lo que de verdad nos llama. Esa esencia que nunca perdemos. Aunque ya he conocido la gloria y ahora esté buscando esa exquisitez que te digo, necesito a menudo perderme con la gente llana.
–Hay una clara semejanza entre el programa de eventos de sus encierros y los que organiza Morante en su pueblo. Él ha conseguido popularizar a La Puebla del Río y hacer de sus fiestas un reclamo turístico. ¿Sería ése el éxito para Puebla de Sancho Pérez?
–El modelo es similar, está basado en lo que él hace y por eso le pedí permiso. Pero lo que ha hecho Morante es insuperable. No tengo otra pretensión que la de haber organizado un cartel así. Es un festival que está más enfocado a los aficionados taurinos que a los no taurinos. Eso no quiere decir que no me alegraré si trasciende y si es un éxito como para poder organizar el año que viene otro.
–¿Cómo ha conseguido que vuelva Paco Ojeda?
–Si te soy sincero, no contaba con él. En fin de año, cuando estaba volviendo de Cali, me llamó Fermín [Bohórquez] y me dijo que un amigo quería hablar conmigo. Era el maestro, para decirme que le gustaría torear. Fíjate que el cartel ya estaba en la imprenta y tuve que modificarlo, lógicamente con mucho gusto. Sé que él y Fermín están gozando la preparación.
–La fecha, coincidiendo con la corrida de Victorino en Sevilla, no parece la mejor.
–Este año dependíamos de Morante, que no tenía otra fecha disponible en abril. No quería meterme en mayo para no aprovecharme de las fiestas del pueblo, que son en San Isidro. Sé que hay muchos alicientes en Sevilla, pero hace días que se ha colgado el 'no hay billetes' en la Maestranza y es una gran oportunidad para que la gente venga.
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