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Los 'forenses' de la niña del Alcázar: «El carné de identidad es lo que no sabemos»

Tras dos años de investigación para conocer más detalles del enterramiento y del cadáver, el equipo científico liderado por el arqueólogo Miguel Ángel Tabales sitúa la data en el último tercio del siglo XIX

La niña del Alcázar era de una familia poderosa de Sevilla y devota de la Virgen de la Antigua

No hay vinculación con la Familia Real

Parte de los restos óseos del cadáver de la niña hallado en el Alcázar en abril de 2021 Juan Flores
Jesús Díaz

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«El carné de identidad es lo que no sabemos». Los efectos del plomo, la cal y el agua en el cadáver de la niña localizado hace dos años en la capilla del Palacio Gótico del Alcázar de Sevilla han impedido obtener unos resultados en los estudios de ADN practicados sobre los restos óseos para poner nombre y apellidos a esta menor, que estaba más cerca de los cuatro que de los cinco años, era rubia, medía aproximadamente un metro de altura, tuvo una buena alimentación y un buen cuidado. Era miembro de un estamento acomodado y poder sobre las dependencias del Palacio Real. Este nivel social y la devoción familiar por la Virgen de la Antigua explican la inhumación en su altar en dicha capilla, un lugar exclusivo del Alcázar.

Éstas son algunas de las conclusiones que se han extraído de los múltiples análisis científicos que han llevado a cabo durante un año un equipo de expertos liderados por el arqueólogo Miguel Ángel Tabales, que ayer explicó en un encuentro con periodistas los pormenores de este hallazgo.

Subrayan el valor de la inhumación en un lugar privilegiado del Alcázar, lo que desvela el estatus familiar. En este sentido, otra clave es la alimentación de la menor, rica en carne, nada habitual en aquellos tiempos entre los niños. Por el lugar escogido, no pudo ser un acto clandestino. Hubo de levantar los azulejos cerámicos de gran valor.

La familia tenía poder en el Alcázar para decidir o para poder mantener el silencio de los trabajadores. Otro factor trascedente es el sentido religioso del enterramiento. Según el antropólogo Juan Manuel Guijo, hay ejemplos de inhumaciones de niños cerca de altares en la Catedral y Santa Catalina.

Cuando en abril de 2021 se descubrió el sarcófago de plomo, que cubría un ataúd de madera muy deteriorado donde se ocultaban los huesos de este cadáver infantil, comenzaron las especulaciones y las hipótesis: hija bastarda de Alfonso X, descendiente de una familia noble de la Alta Edad Media,... Nada de eso.

Las tres dataciones mediante radio carbono practicadas sobre los restos humanos, el calzado de la niña que aún se conservaba y el ataúd sitúa tanto el sarcófago como el cadáver en las últimas décadas del siglo XIX y «tal vez las primeras del XX». Aunque Tabales se decanta más por el último tercio del XIX. El sarcófago, que está desprovisto de identificación alguna, nunca fue abierto después del enterramiento.

Los botones, los restos de telas y el calzado de cuero tienen un elemento común. Su tipología y producción coinciden con las de industrias inglesas y norteamericana del último tercio del siglo XIX, en el caso del botón, o el sistema de cosido manual, en el caso del zapato. También se ha podido identificar la causa de su muerte: malformación vascular intracraneal.

«Una aguja en un pajar»

Una patología poco común. Hay pocos casos en la literatura médica. La segunda mitad del siglo XIX fueron años de fiebre amarilla (1860), varios episodios de cólera (el más importante en 1885) o tuberculosis. Esto hace a Tabales creer que la familia usó el sarcófago de plomo para hermetizar el cuerpo porque pensaba que su hija murió por una enfermedad infecciosa.

Lo que resta por saber de la niña es su identidad. «Esto no ha hecho más que empezar». Ya se ha indagado en la Familia Real, sus enterramientos y entre las inhumaciones de miembros bastardos; entre los Montpensier; personajes famosos de la ciudad y coetáneos de la niña; entre los responsables del Alcázar y sus descendientes,... «Nadie sabe nada». Han agotado la vía bibliográfica, todas las publicaciones de este Palacio Real. Nada. Ahora se abre la vía archivística. Admiten que es buscar «una aguja en un pajar».

No ven vínculos con la Familia Real, a pesar de la insistencia periodística en preguntar por ello. Mantienen la esperanza de que alguien lea las informaciones de la datación de la niña y recuerde en su memoria alguna leyenda familiar vinculada a este cadáver.

¿Y ahora, qué?

Tabales explicó ayer el procedimiento habitual es que los restos pasen al Museo Arqueológico de Sevilla, lo que la Junta de Andalucía tendrá que determinar más detalles al respecto tras ser informada por el Patronato del Alcázar. Si bien, este arqueólogo y su equipo van a trasladar a dicho Patronato que el cadáver de la niña vuelva al enterramiento original con dignidad y respeto a la decisión familiar de inhumarla allí. «No depende de nosotros». No sería la primera vez que se adopta una decisión de estas características.

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