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Los bomberos de Sevilla regresan de Turquía: «El olor de los cadáveres se impregnó en nuestras ropas»

El equipo desplazado al terremoto en la provincia de Hatay vuelve tras días de rescates al límite y con la impresión de haber estado en el peor de los desastres

Familiares y amigos de los cuatro bomberos los han recibido en el parque del Polígono Sur Rocío ruz
Silvia Tubio

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La solidaridad con mayúsculas lleva el nombre de Julián, Chema, Leandro y Sergio, pero también el de Yetro, Dora, Fire y Leo. Son los cuatro binomios (guía y perro) de la unidad canina de rescate de los bomberos de Sevilla que viajaron el viernes pasado al desastre de Turquía. Este jueves, sobre las siete de la tarde, llegaban a Sevilla, al parque del Polígono Sur donde les esperaban sus familiares. La alegría se desbordó en el patio de las instalaciones.

Ha sido un viaje muy duro en lo físico, porque apenas han descansado y alguno se ha traído incluso una gastroenteritis de vuelta; pero sobre todo, ha sido una experiencia al límite en lo emocional. «Hubo un día que llegamos al campamento con el olor de los cadáveres impregnado en nuestras ropas«. Julián Hidalgo es el coordinador de una unidad que vio nacer en el año 2002. Con más de 20 años de experiencia a sus espaldas, reconoce que lo vivido en Turquía ha sido una catástrofe que no tiene comparación con otras operaciones de rescate.

Una llamada de un bombero de Portugal pidiendo ayuda los activó hace una semana. «Habían contactado con ellos la embajada de Turquía. Lo único que querían eran guías caninos. Tenían médicos, personal de rescate, mano de obra...pero no había perros y sabían que había muchas personas vivas entre los escombros». Ese mismo día obtuvieron el visto bueno del alcalde para que salieran en misión internacional. El primer escollo que se encontraron fue burocrático, pero la cadena solidaria se puso en funcionamiento. «Nos dimos cuenta que ninguno teníamos el pasaporte vigente. Nos fuimos corriendo a una comisaría y tan pronto dijimos que íbamos a viajar a Turquía, nos arreglaron en siete minutos los papeles».

Galería. Uno de los perros que han viajado a Turquía Rocío Ruz

Sin tiempo para el descanso y la desconexión antes de enfrentarse al horror, estos cuatro bomberos y sus fieles compañeros caninos viajaron a Estambul y después un helicóptero militar los trasladó a la zona cero del desastre, a la provincia de Hatay. Su capital Antioquía ha quedado devastada. Allí aterrizaron los bomberos de Sevilla el sábado pasado: «Aquello es terrible. No he visto nunca nada parecido, ni siquiera en una película. Casi todos los edificios están destruidos».

El coordinador del equipo relata cómo se pusieron a trabajar de inmediato. Llevaban más de un día sin dormir. Pero eso daba lo mismo ante el panorama que tenían delante: «Nos dijeron los portugueses si queríamos descansar algo. Pero les respondimos que no habíamos viajado hasta allí para dormir, que teníamos que rescatar personas con vida y ya estábamos tardando. Y a las cinco de la mañana nos pusimos a buscar».

Reptando entre los escombros

El olor a muerte les ha acompañado en estos días. «Ten en cuenta que nosotros nos metemos por cualquier hueco, vamos reptando en busca de víctimas y conforme avanzábamos, nos íbamos encontrando con cuerpos«. Pero también hubo ventanas a la esperanza, »triángulos de vida« -huecos entre las estructuras- que se formaron en mitad de los escombros y donde quedaron atrapados pero con vida muchas víctimas. «En esos huecos una persona puede sobrevivir varios días sin agua ni comida. Por eso ha sido un trabajo a contrarreloj. Cada hora que pasaba, se iban reduciendo las posibilidades de encontrar supervivientes».

Para el recuerdo de estos profesionales, la historia del bebé: «Fue la primera víctima que localizamos. Nos dijeron que habían escuchado en un garaje a un niño llorando». Aquel garaje se había comprimido hasta el extremo. El suelo del piso de arriba se había desplomado sobre lo que en su día era el hueco para un vehículo. «Soltamos el primer perro y dio positivo. Soltamos el segundo y lo confirmó también. Nosotros no podíamos acceder hasta el pequeño desde abajo. Los bomberos de allí nos dijeron que sólo podían entrar desde arriba rompiendo los forjados. Decidimos seguir buscando más personas para ir marcando los puntos donde tenían que hacerse los rescates». Al día siguiente se enteraron que habían conseguido sacar al bebé de sólo siete meses.

La vida se quiso abrir hueco en mitad del horror y dos días después, los bomberos de Sevilla localizaban a la madre del pequeño, también con vida. Una suerte de milagro que se repitió muchas veces. Julián Hidalgo describe a este periódico el sonido de los gritos de alegría cada vez que sacaban a alguien con vida y que se repetían una y otra vez. Una mezcla imposible de dolor y entusiasmo. «Nosotros llevábamos una coraza para que no nos afectara, pero el impacto ha sido tremendo. Imagínate que el intérprete que llevábamos nos duró dos días. Se derrumbó emocionalmente. Cada vez que pasábamos por un edificio se nos acercaban familias pidiendo que metiéramos los perros entre los escombros, a pesar de que ya habían pasado otros equipos y no había esperanzas«.

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