Los españoles, poco a poco, se van percatando de que viven en un país magnífico. Queda todavía mucho por hacer en esta materia, y tienen que ser los ojos de los extranjeros los que sirvan para definir el verdadero estado de bienestar y progreso en el que se encuentra nuestro país. Un relevante empresario alemán le comentaba recientemente a un colega español que Madrid era la única capital de Europa en la que podía ir caminando de noche a su hotel, tras cenar en un céntrico restaurante. Somos el quinto país más seguro del mundo. Apenas tiene armas el diez por ciento de la población. La legislación española en este campo es de las más rigurosas del mundo. Paralelamente a ello, contamos con la red de centros penitenciarios –vulgo: cárcel– más modernos y limpios de Europa. También somos desde hace más de un cuarto de siglo el país líder en trasplantes de órganos, así como el miembro de la UE con más kilómetros de AVE, más energía eólica, más plantas de gas o más fibra óptica instalada por todo el territorio. Hay otras muchas razones para admirar España y sentirse orgulloso de ella. Pero eso ya depende de nosotros.